Diagrama de temas
-
La función "ideal” del suelo, en términos agronómicos, es la de ofrecer las condiciones optimas para el desarrollo y crecimiento de la vida vegetal, la germinación de las semillas y el desarrollo de la actividad radicular (raíces).
Es el que aporta la fertilidad a un cultivo, a través de elementos como el agua, los minerales (nutrientes), la temperatura y el aire. Está formado por tres partes, cuyas proporciones determinará sus propiedades:
-
SUELO ARCILLOSO
En los suelos arcillosos el agua es incapaz de filtrarse debido a su estructura compactada por lo que llega a encharcarse; la circulación del aire es muy escasa y apenas se produce la pérdida de nutrientes por lavado.
Cuando está húmedo retiene muy bien la humedad pero, si lo encontramos seco, se apelmaza formando costras que nos van a dificultar el trabajo e incluso impedirá la germinación de las semillas.
Para mejorar las características del suelo a cultivar, debemos añadir cada vez que movemos la tierra y, sobre todo, en otoño:
º Materia orgánica descompuesta (rica en celulosa como pajas, gramíneas, ramas...) o compost maduro en gran cantidad (2 kg por metro cuadrado) y de forma extendida.
º Arena de otro terreno (puede ser de río) unos 10 kg por metro cuadrado.
Plantar abono verde de raíz como las remolachas, los rábanos o los nabos silvestres. Son variedades más rústicas y no comestibles, que presentan un gran contenido en fibras y un tamaño mayor si las comparamos con las cultivadas. La técnica es muy sencilla consiste en:
*Sembrar las semillas a voleo, o sea, sin un orden establecido y a una densidad de siembra alta.
*A medida que germinan las semillas y crecen las raíces, irán rompiendo y abriendo el terreno.
*Trascurrido un tiempo, antes de que comience la floración, cortaremos las hojas a ras del suelo sin sacar la raíz, que no crecerá más, pero habremos cumplido con dos funciones:
1- Aportamos materia orgánica que se desintegrará.
2-Contribuiremos para que el suelo tenga más esponjosidad.